Capítulo 11: La Marucha

>> sábado, 11 de abril de 2009

La Marucha

La Marucha, como era conocida en el Barrio de la Soledad de la Capital, llevaba ya varios años desempeñando cuando cayó la Redada. No fue la primera redada en la que la Marucha se había visto involucrada. En sus primeros años de trabajo las visitas de la policía eran frecuentes y las redadas interrumpían sus jornadas de trabajo con regularidad por lo que todas las muchachas tenían sus guardaditos para poder sobornar a las autoridades y salir pronto de los confinamientos para regresar al trabajo cotidiano. La Marucha no recordaba nada en especial de esa ocasión aparte de que el barrio estaba prácticamente muerto debido a una perseverante llovizna y de que una de sus compañeras había sido golpeada con una inusitada brutalidad por un grupo de policías novatos que evidentemente se habían querido lucir frente a sus nuevos comandantes.

Pero esa redada se había convertido en la Redada para ella y a partir de entonces su vida había cambiado radicalmente. Durante las horas que había pasado encarcelada había tomado la decisión de organizar a las muchachas y con el tiempo se había convertido en una líder respetada por todos los que integraban el submundo de la prostitución de la Capital y las autoridades. Su éxito y fama era tal que uno de los nuevos partidos políticos incluso ya le había ofrecido una curul en la Cámara de Diputados, una oferta que había declinado con sarcasmo pero que hasta la fecha le seguía rondando por la cabeza.

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La primera batalla de organización que había encabezado la Marucha fue sacar a la prostitución de la visibilidad de la calle. Para lograr ese cometido inicialmente las muchachas habían tenido un elemento de suerte insospechada. El dueño de un hotel había muerto y sus herederos le habían facilitado la adquisición del inmueble en unas mensualidades bastante cómodas. Marucha, aparte de implementar un patio techado donde se pudieran realizar más cómodamente las negociaciones entre los clientes y las muchachas, había implementado una guardería para los hijos de las mujeres y un consultorio médico en el que se atendían todas las enfermedades propias del oficio que ejercían sus agremiadas.

El modelo que había creado la Marucha con su primer inmueble tuvo una excelente acogida entre las muchachas. Las que habían tenido la suerte de afiliarse desde un principio a la organización prosperaron rápidamente sin tener que esforzarse tanto como las demás mujeres del oficio. En consecuencia otras muchas se organizaron y buscaron la forma de hacer lo mismo y la Marucha siempre estuvo dispuesta a ayudar con consejos, la implementación de nuevos espacios y todos los demás grupos habían optado por afiliarse a la organización creada sin considerar siquiera la creación de nuevas.

Una vez mejoradas las condiciones materiales de trabajo, la Marucha, motivada ahora por las problemáticas tanto de salud como de psicología e idiosincrasia que veía y registraba cuidadosamente en un diario, comenzó a buscar alternativas para que la mujeres pudieran trabajar en su difícil oficio en mejores condiciones. Un primer logro en este sentido fue que en los establecimientos de la organización se impusiera el uso universal de los preservativos incluso para el sexo oral, cosa que, cuando ella comenzó a trabajar en las calles era una práctica muy poco recurrida a consecuencia de lo cual la mayoría de sus compañeras no solo caían tarde o temprano en una situación de salud precaria contrayendo todo tipo de enfermedades venéreas, sino que la mayoría de las mujeres periódicamente quedaban embarazadas y, si no querían tener a sus hijos, tenían que recurrir a los consultorios más insalubres y costosos para que les practicaran abortos. El uso de los preservativos había ayudado en ambos aspectos reduciendo significativamente las enfermedades y los embarazos. Los médicos que daban consulta a las agremiadas de forma gratuita y pagados por los fondos de la organización tenían que recurrir cada vez menos a la práctica de abortos y atendían cada vez menos enfermedades en estados graves de avance porque las infecciones, si es que llegaban a suceder se podían combatir desde los primeros síntomas.

En la segunda etapa de atención de salud, la organización de la Marucha había decidido ya no solo la contratación de médicos, sino de psicólogos que ayudaban a las mujeres a superar las problemáticas típicas que conllevaba el desempeño de su oficio. Entre varias de ellas habían establecido un reglamento pragmático psicológico que todas tenían que aprender de memoria y aprender a respetar a la letra si querían ser aceptadas por la organización. A consecuencia de ello el clima de trabajo había mejorado significativamente. Las mujeres comenzaron a desempeñar su oficio con orgullo y muchas de ellas pudieron llegar a un punto de informar y hacer saber a sus familiares y amigos que se dedicaban a la prostitución como oficio. Algo que sin las sesiones de apoyo y sin el reglamento hubiera sido imposible.

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La Marucha de hoy en día era una mujer distinta a la que había sido al comienzo de su lucha. No era una mujer que se distinguiera en particular de otras mujeres y en su persona se podía ver la clara demostración de que el ejercicio de la prostitución no requería de un cuerpo particularmente bello, de rasgos extravagantes u otra característica física. La Marucha de hoy estaba convencida de que para que una mujer tomara la decisión de ejercer el oficio en realidad solo había dos caminos: el primero, su propio camino, era la pasión por el sexo aunado a un inexplicable impulso que lo separaba de lo emocional lo que permitía que esas mujeres pudieran tener el valor para tener relaciones con absolutos desconocidos; el segundo, el camino que había llevado a ejercer el oficio a la gran mayoría de sus compañeras, era la desesperación de no encontrar otras opciones de satisfacer las necesidades dictadas por la supervivencia y sobre todo, la de garantizar la supervivencia de sus hijos. Muchas de sus compañeras eran madres solteras, madres maltratadas y o abandonadas por sus parejas. Mujeres que se tenían que enfrentar a una dura realidad económica que tenía que sembrada la semilla de no brindar oportunidades de oficio dignas a las mujeres. Y aunque la Marucha nunca consideró su oficio como un oficio indigno, muchas de sus agremiadas si sufrían una enorme carga psicológica por ejercerlo, aligerar y liberar esas cargas era el móvil profundo que desde un principio había hecho que la Marucha lograra hacer lo que hizo y reflexionar sobre ello la había llevado a explorar un camino en el que poco a poco se había entretejido inexorablemente toda la complejidad de la vida humana.

Estas exploraciones habían llevado a la Marucha primero a las bibliotecas donde había comenzado a leer libros sobre el sexo, la psicología, la historia y mil otros temas relacionados con su oficio, luego había recurrido a personas que ella consideraba experta en los temas que le preocupaban, y finalmente, había comenzado a generar un gran intercambio de opiniones entre personas de todo el mundo que había contactado en parte gracias al Internet. Pero poco a poco se había dado cuenta que lo que iba encontrando no estaba en concordancia con lo que ella y sus agremiadas experimentaban en la vida cotidiana. La Marucha había comenzado a confiar cada vez más en los dictados de su propia experiencia y su sentido común y la conclusión a la que había llegado era que en la sociedad mismo había algo que estaba profundamente equivocado y que si bien no era probable que viera cambios en su propia vida, su destino era comenzar a generar un cambio tan profundo en su entorno social que pudiera llamarse una revolución, aunque el término nunca le había gustado y en un momento de inspiración lo había transformado en replacenterización.

Su lucha por la replacenterización de la sociedad tenía que ser implacable. Era luchar contra todo lo que generaba dolor y sufrimiento a la gente. La Marucha se daba cuenta perfectamente bien que esa lucha trascendía los límites del oficio que desempeñaba y atañía a todos los ámbitos de la sociedad. Lo que ella quería lograr era que toda la gente comprendiera que se tenía que vivir para el placer y no para el dolor y el sufrimiento que estaban tan metidos en las mentes, las vidas y las relaciones que tenían todos los seres humanos.

continúa leyendo el siguiente capítulo llamado: Nati Gemini

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